venezuela...el cOrazón de la era

domingo, 11 de abril de 2010

el cine y su alma matinal.

Hace unos días fui al cine. A ver una venezolana por supuesto. Y, ay! Mi madre, por dónde empezar...

La película -que supongo seguirá en cartel- se llama desorientados, perdón, Desautorizados, de Elia Schneider.

Empezaré por la canción final que es un buen resumen de la película: “no sé qué hacer”, canta el alter ego desorientado de la directora de esta obra.

De ahí para atrás, o para adelante, todo es un gran sin sentido.

El desdoblamiento de la autora en el personaje. No entiendo por qué evidenciarlo con la voz y la presencia física de la directora como personaje escribiendo en la Cota Mil. Quiero decir, ¿no es que el cine habla con imágenes? O si el relato lo lleva la voz de la directora desdoblada, para qué además mostrarla? Lo entendí en Los rubios de Albertina Carri, que alguien me lo explique en este caso.

El desdoblamiento decía, qué personaje tan decadente el de Elías. Un hippie que se cree dramaturgo pero que jamás da pie con bola porque tiene tantas confusiones de personalidad, autoestima, talento y relaciones sociales que no logra hilar dos palabras. Roberto Arlt sí fue un escritor, un bohemio que dio vida a personajes decadentes, locos, desilusionados; pero que lo hizo en un momento histórico en que estos personajes eran el puro reflejo de aquellos tiempos. El personaje de Elías (el de la película) se dice bohemio porque vive en una casa maltrecha en lo alto de Caracas (desde donde por cierto, se ve el palacio de Miraflores). Además se siente incomprendido, no sé si por sus personajes o por el mundo, quién sabe! Qué abuso pana! Qué personaje tan desdibujado, anacrónico. A quién representa Elías? A la autora que no sabe qué coño escribir en el guión? A la incomprendida artista que desvaría sobre la imposibilidad de la obra de arte y que no tiene espacio en una industria cultural que produce basura? Cuánta caradurez! cuando el CNAC está financiando esta película que no tiene ni pies ni cabeza! Triste, Elia Schneider.

La xenofobia. “Soy un artista”, le dice el escritor al comerciante de películas y de prótesis. El personaje de este comerciante está bastante caracterizado, no deja dudas de que es un colombiano con un poco de matones vestidos con guayaberas blancas, a lo cubano. Entonces tenemos que el cine y en general la obra de arte es corrompida por individualidades. ¿La idea era representar a un capo del narcotráfico, a la libertad encadenada en Cuba? ¿O a la industria del cine que vende basura jolibudense desplazando al trabajador (sí, el que hace cine trabaja, tenemos que dejar de creer que el artista es un carajito desplazado ajeno a la dinámica social. Tenemos que dejar de decir artista)

La crítica al gobierno revolucionario. Y acá tenía que llegar nomás. ¿Quién le desautoriza qué a la autora o a su desdoblamiento o a su alter ego? Repito, el CNAC no sólo autorizó todos esos personajes tristes sino que bajó recursos para hacerlo. El CNAC está fallando NO por censurar a quienes quieren expresar sus ideas sino que falla por financiar a gente que no tiene idea de qué coño escribir dejando de lado a jóvenes que harían maravillas con una cámara. Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte, volviendo a Arlt. ¿Qué tiene para decir esta película?

La decadencia. El personaje Elías se suicida (de mentirita) porque no puede con su obra. Sus personajes cobran vida y lo atormentan. El dilema es “escribir o no escribir”. Qué tremendo dilema existencial! tan burgués, tan sifrino. Será que vivo en otro país como los entrevistados de Nitu P? ¿Estas son las inquietudes de los jóvenes hoy? Escribir o no escribir? ¿Nuestra juventud se suicida por soledad o incomprensión? NO. No soy de las que creen que el cine sólo debe mostrar la realidad, de hecho el cine es maravilloso cuando representa esa realidad velada, cuando lo hace con sutileza, con belleza, con todo lo que nuestros sueños pueden darnos cuando escapamos del gris de lo cotidiano. Sí. Claro que hay lugar para las subjetividades, para la metáfora. Pero esto que se muestra en la película parece un posmodernismo fuera de tiempo agarrado de los pelos.

He leído que la directora reconoce que Desautorizados es una película individualista. Una mujer que ha hecho películas con contenido social y ahora se tomó la licencia de hacer una obra más íntima. Señora, si quería una licencia podía tomarse vacaciones. Por supuesto que la película es individualista, pero además propia de un espíritu triste que no sabe qué hacer. Habiendo tanta/os jóvenes que sí saben qué hacer con una cámara, unas luces y un poco de real que les de el gobierno.

Las grandes obras de arte que dieron revoluciones como la cubana y la soviética nacieron del pueblo, del espíritu colectivo que guiaba a la historia que se quería contar, de las urgencias sociales de la revolución que priorizaban lo colectivo sobre lo individual. De la colectivización de los medios de producción de cine. El que quiera priorizar lo individual sobre lo colectivo en una sociedad que camina hacia el socialismo, pues que se busque quien le financie la película en privado. Pero no utilicen los recursos del Estado -que de paso también critican porque da poco-.

Este NO puede ser el cine que dé nuestra revolución. Estas historias que no dicen nada no pueden tener cabida en una sociedad naciente, una sociedad que tenga un alma matinal, como quería Mariátegui. No podemos seguir inventando una juventud suicida, oscura, sin futuro.

Y es que todo aquí (en la película) es decadente. En la historia, el relato, las formas. El encuentro de las dos Ninas es pobre , sin brillo. El diálogo es malo. La reflexión sobre cuál es la realidad y cuál la fantasía. A qué vienen? ¿Cuál es la inquietud? ¿A quién le importa? A mí no. Bueno no sé, pensé que por lo menos yo tenía que lograr una empatía con alguno de los personajes, no es así como funciona esta vaina del cine?

El encuentro entre la autora y su desdoblamiento también me parece mediocre. Desautorizados es una película sobre nada, que supuestamente reflexiona sobre el cine.

No es tiempo de introspecciones individualistas. Es tiempo de crear. Los hacedores de cine no son castrados ni desautorizados en Venezuela porque ahora es cuando se le da la oportunidad al pueblo de manejar una cámara, de escribir un guión. Las obras de arte se sacaron a la calle. Si est@s que se creen “artistas verdader@s” se sienten desplazad@s, incomprendid@s, desorientad@s ó desautorizad@s, ése no es un problema de la Revolución, ni debería ser una ocupación del CNAC. Estos personajes tristes tienen que terminar de morir. O suicidarse. Digo suicidar su profesión de artistas o quedarse en el margen.

No tengo ganas de hablar de las poquísimas cosas estéticas que me gustaron. No importan porque no hacen peso en la balanza.

Por suerte para nuestra historia es una película olvidable. No tanto para mí que seguiré recordando ese día bonito en que me dieron la visa venezolana. Salut!

1 comentario:

  1. por cierto, es 11 de abril, ya tan lejos de esa noche oscura en que estaba naciendo un 13...

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